Disponía París de la mejor postal posible. La más bella. Pero la convirtió en cutre caricatura, mojada y acartonada, el día que debía mostrar su magnificencia al mundo. Hasta que asomó en su tierra prometida Rafa Nadal, a quien Zidane le cedió la antorcha; Nadia Comaneci, la mujer 10; Carl Lewis, el hombre que desafió al viento; o Serena Williams, que