Más que una interna, es un choque de culturas. De un lado, dirigentes que toda una vida por un cargo o por un lugar en alguna mesa de decisión, sin jamás rozar algo asimilable al éxito, al mando de un viejo lobo empoderado por Karina Milei. Del otro, una horda de fanáticos con escaso nivel de organicidad, comandados por un grupito de jóvenes tuiteros, haciendo sus primeros palotes en el juego de la realpolitiky con una devoción religiosa, casi mesiánica, por la figura de Javier Milei...