Suele repelernos ver nuestros defectos en otras personas, como si fueran sólo suyos, y no nuestros. Suele también suceder que acabamos comportándonos como aquellas personas de las que rajamos, y, así, nos convertimos justo en lo que no queremos ser: turistas en rebaños; defraudadores en cuanto la ocasión se presenta, cuando presumimos de probos y sufridos contribuyentes y arreamos estopa a los evasores mediáticos; se nos llena la boca de solidaridad hasta que tenemos la ocasión de pra...