“Al manejar la espátula, al escoger papel japonés o de Nepal, con el paladeo de formas imprecisas, las artistas dieron vida a figuras inanimadas. En la complicidad del silencio, apareció la voz de la expresividad. Y ahora en los sitios, paisajes y seres de los cuadros se asoma un aire placentero: tal vez un estado de comunión”.