Han pasado cincuenta y dos años y todavía nos quieren convencer de que el tiempo cura. Pero la herida no cierra, porque no se trata solo del pasado: es el presente el que sangra. Golpearon con fuego y metralla, asesinaron, desaparecieron, torturaron, y luego nos entregaron esta democracia envenenada, hecha de pactos y silencios, donde la pobreza es norma y la dignidad se vende al mejor postor.