Alta noche en Münchhausen, la solitaria ciudad del planeta fronterizo al que daba nombre. Pero Lem no dormía. Acodado en la barra de la taberna vacía y silen| Revista Mercurio
No estábamos solos. De un oscuro rincón de la desierta taberna, surgió de pronto un enorme gato que se subió de un salto a la barra y clavó en los míos su| Revista Mercurio
A medida que fluía la cerveza azul, el bullicio iba en aumento en la atestada Taberna Flotante. Lem me cogió del brazo y me llevó a un rincón que, debido a| Revista Mercurio
El día que la Taberna Flotante reabrió sus puertas, el pequeño local estaba lleno a rebosar. Barbanegra y el Capitán Dorian, los tres Arnos, Doc Frankenstei| Revista Mercurio
Poco a poco, la gente se fue marchando de la recién reabierta Taberna Flotante, hasta que solo quedamos Lem y yo. -No has pestañeado siquiera cuando te he hablado del ángel azulamarillo -le dije tras un largo e incómodo silencio. -¿Y por qué tendría que haber pestañeado? -respondió mirándome con […]| Revista Mercurio
Tras apurar de un trago la jarra de cerveza que Lem me había ofrecido, le dije en voz baja, para que solo él me oyera: -No soy un agente de los Veladores ni| Revista Mercurio
-Gracias por venir -dijo Lem mientras salía de detrás de la barra y se sentaba en uno de los altos taburetes que la flanqueaban-. Como la mayoría ya sabéis,| www.revistamercurio.es
Este es el capítulo centésimo segundo de La Taberna Flotante. Estás ante la puerta del malfamado tugurio galáctico, que es un espejo gris (es decir, blanqui| Revista Mercurio
No había mucha gente en la Taberna Flotante. En un rincón apartado, bajo una silenciosa campana extractora que impedía que el humo se dispersara por el local| Revista Mercurio