La gran paradoja de nuestro tiempo mexicano es que somos víctimas de la continuidad esencial de dos tipos de pasado. El pasado remoto del viejo régimen priista, que vive en el pensamiento y en los imaginarios tanto de la clase política como de los sectores populares; y el pasado reciente de los regímenes neoliberales que crearon un modelo de dependencia de Estados Unidos dentro del cual el país está condenado a vivir en el futuro previsible.