Identificar la depresión es sencillo cuando el golpe es evidente. Si hay razones para que el cerebro detone la tristeza –como una pérdida, rechazo, rompimiento, ser despedido o la revivición de algún trauma de la infancia–, no hay ni siquiera que pensar de más. Te pusiste triste y se te salió de las manos. El tonto cerebro olvidó lo que significa ser resiliente.