Claro que cansa subir por estas cuestas empinadas, donde pareciera que todas las casas blancas tienen vistas al valle, como si hubieran sido organizadas por el acomodador de una sala de teatro. Y ni hablemos del castillo, que corona el promontorio rocoso conocido como El Escribano, cuya visita implica subir y subir aún más por esas sendas que como pueden trepan por la ladera. Pero claro, ni los antiguos árabes que levantaron los cimientos de la fortaleza ni los cristianos que la reforzaron...