En el corazón de Andalucía, donde el mar de olivos se interrumpe bruscamente con paredes de piedra y barrancos imposibles, existe un pueblo que parece tallado en la roca. Blanco y sereno, mira al horizonte desde un risco abrupto que ha sido, durante siglos, frontera natural y testigo de culturas. Sus calles son estrechas, empinadas, llenas de ángulos y flores colgadas en cada balcón. Caminando por su centro histórico se percibe esa mezcla de recogimiento y resistencia tan característica...