“Miles de hormigas voladoras alrededor, posándose en las piernas desnudas de Celia, en la sucia calva de Samuel. El jardinero comenzó a permitir que se| EL ASOMBRARIO & Co.
Poco después de ser dejada en libertad por los Veladores, Casandra coincidió en la Taberna Flotante con el profesor Puntofijo. El matemático se sentó en un| Revista Mercurio
Los Relatos de Agosto en colaboración con el Taller de Escritura de Clara Obligado han venido este verano muy animales. Con perros y gatos en el centro de| EL ASOMBRARIO & Co.
Seguimos con la serie Relatos de Agosto en colaboración con el Taller de Escritura Creativa de Clara Obligado. Protagonistas: los perros y gatos. Hoy, nos| EL ASOMBRARIO & Co.
“Calculé que desde la posición desgarbada en la que estaba podría dar un salto directo a la yugular de ese viejo y matarlo sin que se diera cuenta… Pero| EL ASOMBRARIO & Co.
"Killer fue engendrado en el suburbio y, desde cachorro, aprendió que el cubil no era un refugio, sino una ratonera de la que un día saldría para no| EL ASOMBRARIO & Co.
“Si Fifí fuera un gato de verdad y no un peluche, Elena tendría un hogar y su vida no sería una mudanza perpetua. Es lo que siempre le repetían; no, nada| EL ASOMBRARIO & Co.
“Un día, cuando llego a la cabaña en la frontera del bosque, no sale humo de la chimenea, no se escucha ni el viento en las hojas secas que cuelgan del| EL ASOMBRARIO & Co.
En un apartado rincón de la Taberna Flotante, bajo una silenciosa campana extractora que impedía que el humo se difundiera por el local, Mou Gonza y Ric Ric (también conocido como Grillo por ser su nombre onomatopeya del canto del ortóptero) compartían un anacrónico narguilé. Y también compartían su interés por el corpulento nohumano que, sentado en uno de los taburetes de la barra, conversaba con el tabernero.—En| Revista Mercurio
La segunda vez que la cantante calva entró en la Taberna Flotante llevaba una finísima diadema azul, que más bien parecía una línea trazada con regla sobre su frente.Nada más verla, las pocas personas que había en la taberna se marcharon en silencio. No querían volver a oír su desazonadora canción, ininteligible pero vigorosamente disuasoria.—Salve, Bernadette —la saludó Lem desde detrás de la barra.—Soy Vana 16 —contestó ella con voz átona sentándose en un taburete—.| Revista Mercurio