La segunda vez que la cantante calva entró en la Taberna Flotante llevaba una finísima diadema azul, que más bien parecía una línea trazada con regla sobre su frente.Nada más verla, las pocas personas que había en la taberna se marcharon en silencio. No querían volver a oír su desazonadora canción, ininteligible pero vigorosamente disuasoria.—Salve, Bernadette —la saludó Lem desde detrás de la barra.—Soy Vana 16 —contestó ella con voz átona sentándose en un taburete—.