Todo inicia con los aplausos. De pie, agradezco la ovación, con esa mezcla de cansancio, satisfacción y un poco de irrealidad que suele acompañar el final de cada concierto. Levanto por fin la mirada hacia el público, y tras las luces que me encandilan, distingo con terror su figura inconfundible: El ramo de flores…. Entonces se desarrolla el protocolo tantas veces vivido: Una mujer (siempre) guapa (casi siempre) se sube al escenario y me entrega las flores. Yo espero con […]